viernes, 31 de mayo de 2013

~ 8 ¡Ya no quiero más cambios! ~

Salí de casa para ir a buscar a Nerea de su clase de pintura. Esta mañana hacía un día agradable, pero ahora no he tenido más remedio que ponerme una chaqueta. Llevaba en la mano el bocadillo y el zumo para Nerea, que casi se me olvida. No es gustoso aguantarla cuando tiene hambre.
Caminé distraídamente, intentando sacar de mi cabeza que debería de estar estudiando. Me temo que hasta el último momento no me iba a poner. Como de costumbre. Hasta ahora, había sido suficiente para ir aprobando y mi pereza no me permitirá cambiar de método hasta que suceda lo contrario.

Mi mirada pasó de unos árboles a un banco ocupado por una chica joven. La observé con curiosidad. Yacía con las piernas cruzadas y la barbilla levantada. Tenía un porte elegante... Y escalofriante al mismo tiempo. El pelo oscuro y brillante le caía sobre la espalda en marcadas ondas que bailaban al son del viento. Sus ojos negros no me parecían gran cosa, hasta que se posaron en mí. Por alguna extraña razón no pude apartar la mirada de inmediato, como solía hacer cuando cruzaba la mirada con algún desconocido. Su boca se torció en una amable sonrisa ¿Amable? No, parecía amable, pero escondía algo que hizo estremecerme.

Fui a pasar de largo, con la cabeza agachada para evitar el contacto visual, pero ella habló.
- Hola - su tono era dulce, incluso aniñado. Su sonrisa seguía intacta, al igual que mis piernas. Algo me había hecho detenerme a escuchar lo que me tenía que decir, en vez de echar a correr, que era realmente lo que deseaba.
- Hola - dije con brusquedad ¿Recuerdas cuando dije que antes desconfiaba de todas las sonrisas amables porque pensaba que lo único que buscaban era matar a mi familia? Bien, esa sensación acababa de azotarme multiplicada por cien.
- Llevas un bonito color de pelo - no dije nada - Vaya, eres tímida ¿Eh? - se levantó del banco sin prisa, como si ya supiera de antemano que no me atrevería a marcharme.
- Em... Lo siento, pero tengo prisa - mi tono de voz denotaba que saldría por patas en cualquier momento, pero mis pies seguían anclados al suelo.
- Venga, seguro que me puedes dedicar unos minutitos - ya estaba a escasos centímetros de mí. Era muy guapa. Pero  no era eso exactamente lo que me estaba intimidando. Ni tampoco era que me mirase desde arriba. Era... Ella en sí. Estoy segura de que era completamente consciente del efecto que producía en mí.
- No debería hablar con desconocidos - rió. Su risa era como un encantador tintineo.
- Pero yo a tí ya te conozco - se me heló la sangre. La perspectiva de que una chica como aquella "me conociera" no era muy alentadora. Sobretodo porque si yo a ella no la conocía ¿De qué me conocía?
- Eso... Eso no es posible - volvió a reír.
- Oh, ya lo creo que es posible, Irene. Te conozco desde hace bastante tiempo. Tenía muchas ganas de hablar contigo ¡Y por fin! Lo he conseguido... A pesar de que tu conversación no sea precisamente amena - ya, como que en estado de shock voy a intentar ver cómo amenizarte la tarde ¡No te fastidia! Por supuesto, no fui capaz de decírselo.
- Yo... Tengo que irme...
- No, no. Todavía no. Sólo necesito que me concedas un par de minutos... - me agarró delicadamente del antebrazo y yo seguía sin reaccionar.
- ¿Tenéis algún problema? - giré rápidamente la cabeza hacia la persona que acababa de llegar. Creo que mi expresión de alivio era indescriptible. Pero ésta cambió a sorpresa cuando vi que era Rodrigo.
- ¿Problemas? - rió dulcemente - sólo estábamos charlando - apartó la mano de mi antebrazo y Rodrigo se posicionó delante de mí. Estaba visiblemente tenso  - ¿Por qué no te unes, Rodrigo? Tú solías tener una conversación más interesante que la de Irene. Bueno, a lo mejor es que la chica es tímida - tragué saliva cuando volvió a posar su mirada en mí.
- Me temo que tanto Irene como yo tenemos cosas más importantes que hacer ¿No es así? - me preguntó, pero sin mirarme. Su vista seguía clavada en la chica y viceversa. Se conocían y era evidente que algo había pasado entre ellos. Rodrigo se mantenía desafiante y tenso, mientras que la chica seguía con la amable sonrisa y la dulce expresión en el rostro que escondía algo escalofriante.
- Yo... Yo tengo prisa - dije, aun sabiendo que a ninguno le importaba.
- Es una pena que tengáis unas vidas tan ocupadas - se atusó el pelo y se encogió de hombros - pero en fin, tendremos que charlar en otro momento - me dio dos besos en las mejillas ante mi sorpresa. Aguanté la respiración, asustada - ha sido un placer hablar contigo, espero que la próxima vez me hables de algo más entretenido - la próxima vez. Habría una próxima vez. Quise chillar de terror - Y ha sido un placer volver a vernos - le dio unas palmaditas en el hombro a Rodrigo, que permanecía impasible, cruzado de brazos - dale recuerdos a tu novia de mi parte. Kelly es un encanto de chica.

La seguimos con la mirada mientras se alejaba de allí, a paso alegre y desenfadado.
Lo único que pudo procesar correctamente mi cerebro era lo último que había dicho la chica.
- ¿Tu novia es Kelly? - Rodrigo me miró con esa cara con  que se mira al típico que responde en la era glaciar a la pregunta cuándo se dio la Guerra Fría.
- ¿Eso es lo único que has sacado en claro?
- Sólo una pregunta ¿Eres millonario?
- ¿Qué?
- Es que si no, no me explico cómo una chica como Kelly puede estar con alguien como...
- ¿Como yo? - arqueó una ceja, desafiándome a acabar la frase. La verdad es que en estos momentos Rodrigo intimidaba bastante. Pero seamos francos. Es difícil imaginarse que una chica tan agradable como Kelly aguante a un pesado como Rodrigo... Aunque no debería de insultarle, teniendo en cuenta que algo me decía que me había salvado de una buena.
Sacudió la cabeza, dejando a un lado aquello y me miró, ahora ¿Preocupado?
- ¿Te ha hecho algo? - miré de reojo el lugar donde se había marchado la chica. Negué con la cabeza - Tranquila, aquí no puede hacer nada. Hay gente por la calle y no puede arriesgarse a que la vean. Aelín es demasiado lista...
- ¿Se llama Aelín? - Rodrigo asintió - Es obvio que ya la conocías... ¿Sería muy indiscreto por mi parte preguntarte de qué la conocías? - volvió a arquear la ceja
- Tenías prisa ¿Recuerdas? - supe que no iba a sonsacarle nada ¡Algún día!
- Bueno, me parece bien que guardes tus intimidades para tí, pero me gustaría saber por qué me conoce a mí.
- Ella es un dragón de los lagos ¿Su pelo no te ha dado ninguna pista? - dijo, volviendo a tratarme de idiota.
- ¡Que sea mi enemiga no quiere decir que deba conocerme...! - la expresión de Rodrigo me lo dijo todo - bueno, por lo que veo, sí.
- Aelín es un miembro muy importante dentro de los dragones de los lagos, es lógico que conozca a todos sus enemigos o al menos a la mayoría.
- La verdad, no es muy reconfortante averiguar que el enemigo sabe quien soy - se rió, evidentemente de mí.
- No creo que resultes una gran amenaza - aquel comentario burlón me recordó otra cosa que había dicho Aelín
- Entonces ¿Por qué ha dicho que tenía muchas ganas de hablar conmigo? Ya has visto que precisamente por mi encanto natural no ha sido
- Lo habrá dicho para asustarte y como ves, lo ha conseguido - a pesar de que probablemente tenía razón, seguía asustada - bueno, yo me tengo que ir. Te pido por favor que no te metas en más líos, que luego las culpas me las llevo yo - comenzó a caminar en la dirección opuesta a Aelín.
- ¡Muy considerado por tu parte! - no se dignó ni a responderme.
Vi el bocadillo y el zumo en mi mano y recordé que Nerea debía de estar esperándome. De verdad que no quería meterme en mas líos, pero no tenía ni idea de cómo evitarlos.

A pesar de que ya hacía bastante fresco, me desistí a entrar en la habitación. En el tejado siempre me encontraba muy a gusto y ahora el cielo comenzaba a teñirse de naranja. Estaba todo tan tranquilo que era una delicia observar la ciudad, oír alguna voz, escuchar las golondrinas y sobre todo, respirar libertad. Ventajas de dormir en el ático.
A pesar de que mi madre me lo tenía prohibido, subo al tejado con más frecuencia de la que le gustaría saber.
Estaba intentando olvidarme de los exámenes, cuando oí que me llamaban. Me asomé por el tragaluz y vi a Nick, confundido.
- Estoy aquí ¿A qué has venido?
- Tu madre me ha dicho que estabas en tu cuarto y he entrado - no me sorprendió. Nick era casi como de la familia y yo hacía lo mismo cuando iba a su casa. Le hice una seña con la mano para que se acercara.
- Ven, hablaremos en el tejado. Me da pereza bajar - puso los ojos en blanco y se subió a la mesa para salir al tejado a través del tragaluz.
Le di la mano para ayudarle a subir y nos sentamos con las piernas cruzadas.
- Sigo diciendo que esto no puede ser seguro - dijo Nick, con desconfianza
- De hecho, no lo es - le sonreí - pero se supone que eres un dragón ¿Te dan miedito las alturas? - dije burlonamente
- No, tengo miedo de partirme la crisma. No entiendo cómo puedes sentirte cómoda aquí.
- Y yo no entiendo cómo puedes ser tan gallina. Pero ya ves, misterios de la vida - me encogí de hombros con una amplia sonrisa ante la fulminante mirada de Nick.
- Te tiraría ahora mismo al vacío
- Estoy muerta de miedo - nos aguantamos la mirada hasta que no pudimos aguantar la risa.
- Será mejor que te cuente lo que he venido a decir antes de que se me vaya de las manos y te tire de verdad.
- Sí, no quisiera despertar tu imponente furia - ignoró aquel comentario y prosiguió
- La semana que viene iremos a conocer a Arian - ya había oído ese nombre antes de la boca de Rodrigo.
- ¿Iremos? - supongo que me había hecho a la idea de que sólo iba a ser yo. Mi subconsciente ególatra me jugaba malas pasadas.
- Sí, tú, Remi, el resto de compañeros y yo...
- ¡Espera, espera, espera! ¿Resto de compañeros? ¿Entonces hay más como tú y como yo? ¿Cuántos?
- Pues en total somos nueve... Rodrigo no te ha contado nada ¿No?
- En realidad, me sorprende que se haya dignado a decirme su nombre - Nick rió y suspiró, como hacía cada vez que ordenaba sus ideas.
- A ver, nosotros nueve somos la siguiente generación de alumnos de Arian, que va a ser nuestro maestro, por llamarlo de alguna manera. Rodrigo, Iván, Kelly y el resto son antiguos alumnos que nos han iniciado para poder ir con Arian con un nivel más o menos básico - más menos que más, diría yo - Con Arian nos entrenaremos más a fondo, para poder defendernos de los dragones de los lagos y poder cumplir misiones ¿Has entendido algo de lo que te he contado? - lo miré con cara de malas pulgas
- Creo que mi reducido intelecto lo ha captado todo - Nick rió y se movió, buscando una postura más cómoda. Es decir, más lejos del bordillo - Entonces ¿Tú ya conocías a Remi y a los otros?
- Si, desde hace mucho. Nuestros padres son amigos de cuando Arian los entrenó - me pregunté si mi padre también habría sido amigo suyo. Sin embargo, si eso fuera cierto ¿No les conocería yo también?
- Entonces eso quiere decir que soy la única que no conoce a casi nadie. Genial - integrarse en un grupo en el que todos se conocían no era algo que me resultara fácil. Supongo que a todo el mundo le pasa más o menos lo mismo. Pero es que era algo que hacía sentirme muy incómoda. Y cuando me siento incómoda digo más estupideces por minuto que de costumbre.
- Venga, no seas agonías. Son todos majos. Unos más que otros, todo sea dicho, pero no te costará acoplarte, ya verás.
- El verbo "acoplar" lo has usado en muy buen contexto. Sabes que yo no sé "acoplarme" - puso los ojos en blanco, restándole importancia.
- Sólo intenta no ser tú - le pegué un puñetazo en el hombro.
- Eso suena muy alentador. Si no tenías nada más que decirme, puedes irte - se rió y a mí se me escapó una sonrisa.
- Está bien, está bien, ya me marcho - en realidad lo de que se marchara no lo decía en serio, pero supongo que no debería entretenerle más.
- Venga, te acompaño a la puerta - se quedó en el sitio, como si fuera a añadir algo más - ¿Hola?
- Yo... - le miré interrogante y éste sacudió la cabeza - da igual - se levantó y bajó por el tragaluz
- ¿Qué ibas a decir?
- Nada, una tontería. Olvídalo - bajé yo también y Nick me tendió la mano para saltar al suelo.
- Sabes que eso es justo lo que tenías que decir para que no lo olvide ¿Verdad? - se dio media vuelta y comenzó a bajar las escaleras - ¡Oh, venga, no me dejes con la intriga!
- Olvídalo, Irene, era una chorrada - le seguí, insistente
- !Si no te cuesta nada decirlo! - abrió la puerta y pasó a través de ella - ¡Nick, dímelo! - se giró, molesto
- No, no voy a decírtelo. Es una tontería, déjalo estar. No tiene nada que ver...
- Pues si es una tontería, qué más te da decírmelo - empleé la táctica Silvia y proyecté el labio inferior hacia fuera.
- No insistas ¿Quieres? Eso sólo se le da bien a Silvia, y lo sabes - me crucé de brazos y me puse delante de la escalera para no dejarle pasar
- Tú ponme a prueba - nos aguantamos la mirada.
- Quítate de en medio
- No hasta que me lo digas - segundos después pareció rendirse y se rascó, incómodo, la mejilla. Suspiró y volvió a mirarme, pero esta vez con la expresión más seria que recordaba de él.
- No... No quiero que te lo tomes a mal ¿Vale?
- Mientras no me vayas a insultar más de lo normal - me fulminó con la mirada y me reí.
- Irene, yo... - me dio la sensación de que Nick sentía como si fuera a lanzarse al vacío - somos amigos desde hace mucho y... Yo... Desde hace un tiempo... En fin, que me gustas - y yo sentí estrellarme contra el suelo.
No supe cómo reaccionar. No esperaba nada de aquello. Mucho menos de Nick. Yo pensaba... Mi cara de sorpresa debió hacerle daño, pero fue un acto reflejo que no pude controlar. Entonces la voz de Silvia resonó como un eco en mi cabeza. Y para mi sorpresa, también la de Ángel. Ambos me decían con sorna "te lo dije".
- Bueno... ¿Qué... Opinas? - no quería darle mi opinión. No quería hacerle daño, ni perjudicar la amistad que compartíamos desde críos. No me gustaba esta situación. La odiaba, odiaba a Nick por haber dicho aquello, pero también me odiaba a mí por no compartirlo.
- Yo... - bajé la mirada, incapaz de ver el dolor en sus ojos - yo... - sabía que tendría que responderle tarde o temprano, pero me pesaba demasiado la carga que mis palabras llevaban - lo siento, Nick.
Levanté la vista con miedo pero fue él el que la apartó.
- Da igual, no importa - sacudió la cabeza y mostró una amplia sonrisa - de verdad que no importa. Hagamos como que no ha pasado nada y ya está ¿Vale? - aquello me rompió por dentro
- Va... Vale
- Bueno, mañana te veo en clase - comenzó a bajar las escaleras.
- Nick...
- Estudia algo ¿Vale? No quieras suspender biología - seguía con aquella amplia sonrisa. Habría preferido que se hubiera puesto a llorar - ¡Adiós!
- Adiós... - desapareció de mi vista, pero seguí oyendo sus pisadas, sus veloces pisadas que querían volar muy lejos y no volver. Lo siento, Nick.

Entré en casa y cerré la puerta. Subí a mi cuarto y volví al tejado. Y allí me aovillé intentando contener las lágrimas de mis ojos vidriosos , por lo idiota que había sido, por la amistad que no quería perder y porque esta vez, Nick no compartiría sus problemas conmigo como había sido siempre. No quería que nada cambiase, pero sabía que todo iba a cambiar.

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