Silvia yacía
tumbada bocarriba a mi lado. Tenía los ojos cerrados y la tentación era
demasiado fuerte. Arranqué un trozo de hierba y lo dejé caer en su cara. Su
reacción fue tan mágica como me la imaginé. Se incorporó a una velocidad
prodigiosa y escupió mientras se sacudía la hierba con las manos.
- ¡Irene! – puse cara de indiferencia y me
encogí de hombros.
- ¿Qué? – me miró enfadada y esquivé su
empujón a la par que me reía.
- Qué pesada
eres – le saqué la lengua y volví a mi posición anterior, sentada con las
piernas cruzadas. Silvia se puso una mano a modo de visera y miró hacia la
cancha de baloncesto, donde estaban Nick y Alex – ¿Siguen jugando?
- Pues sí ¿Por qué no volvemos con ellos?
Seguro que esta vez les damos una paliza – dije, con toda la emoción que sentía
ante la perspectiva de la paliza que nos iban a meter de nuevo. Ninguna.
- Es que… se está tan agustito aquí, en la
hierba y al solillo… - proyectó el labio inferior hacia fuera, en un intento de
convencerme para seguir vagueando. Silvia nunca había sido muy fan de hacer
deporte. Sin embargo, había aceptado a venir con nosotros a jugar un poco. La
verdad es que daba pena desperdiciar los pocos días de calor que quedaban y
disfrutar de esto en otoño era un lujo que no se podía dejar pasar. A partir de
ahora, los días volverían a ser cortos y fríos y estar al aire libre no será
tan agradable. Por ello, habíamos decidido ir al parque a jugar al baloncesto
en este espléndido sábado y después iríamos a casa de alguien a ver una
película.
- Venga, no te hagas de rogar. Seguro que a
Alex le encanta que estés ahí para darle la oportunidad de ligar nuevamente
contigo – me fulminó con la mirada, esta vez con más fiereza.
- ¿Ya estás otra vez con esa tontería? ¡Me
tienes harta! ¿Cuántas veces tengo que repetirte que Alex y yo somos amigos y
ya está? ¡Deja de decir esas cosas, sabes que lo odio! – la miré con una
sonrisita que no pude evitar esbozar. Vale, a lo mejor a veces me ponía un poco
pesada con eso, pero me encantaba cuando Silvia se enfadaba de esta manera. Lo
sé, no tengo perdón. Tampoco remedio.
- Menos lobos, caperucita. Que así parece que
el tema te importa más de lo que quieres aparentar…
- Hemos tenido esta conversación demasiadas
veces y sabes mi opinión al respecto.
- ¿Y la de Alex? ¿Acaso sabemos en realidad la
opinión de Alex al respecto? – la miré con ojos pícaros y con una ceja
arqueada.
- ¿Quieres que le pregunte a Nick su opinión
con respecto a ti? – puse los ojos en el blanco. Había conseguido salirse por
la tangente. Esta conversación también la habíamos tenido demasiadas veces.
- Pregúntale si quieres, pero me temo que lo
único que te dirá es que preferiría salir con Alex que conmigo. Además, todos
sabemos que a Nick le gusta la chica guapa de la biblioteca. Lleva año y pico
detrás de ella… y aún así ni siquiera ha conseguido saber su nombre – dije,
pensando en lo triste que sonaba eso.
- Será que no le interesa demasiado. No tanto
como tú, por supuesto – dejó caer aquello como si nada y se levantó ágilmente.
La imité y la cogí de la muñeca, enfadada.
- A Nick no le gusto, deja de decir tonterías.
- ¿A no?
¿Quieres que hagamos la prueba?
- ¡Adelante! - nos aguantamos la mirada unos segundos y después Silvia fue hasta la cancha
de baloncesto justo en el momento en que Alex metía canasta esquivando la
defensa de Nick. Éste cogió el rebote y se percataron de nuestra presencia.
- ¿Ya habéis descansado, señoritas? – arqueé
una ceja y me acerqué a Alex para quitarle el balón de las manos.
- Las señoritas ya han descansado y están
dispuestas a darte una patada en el culo.
- ¿Y si cambiamos los equipos? Para que esté
más equilibrado – sugirió Nick. Lo miré con gesto burlón.
- ¿Qué, miedo a que hayamos tomado una poción
secreta y así podamos pegaros una paliza?
- No se llama
poción secreta, se llama dopaje – puntualizó Nick
- Sí, estamos
aterrorizados – dijo Alex cruzándose de brazos y con una sonrisa socarrona en
los labios - ¿Silvia conmigo y Nick contigo? – Silvia y yo nos miramos, como
desafiándonos la una a la otra ¿Quién sería la primera en preguntar? ¿Silvia le
diría a Alex que si le gustaba o por el contrario sería yo la que se lo
preguntara a Nick? (aunque por supuesto eran preguntas inútiles porque yo ya
sabía la respuesta: a Alex le gustaba Silvia, a Nick no le gustaba yo. Punto).
- Me parece bien – Silvia cogió el balón de
mis manos y sonrió, dando por concluida la conversación telepática – sacamos
nosotros.
- ¡Eso no
vale! ¡La bajita juega con desventaja, sacamos nosotros! – miré a Nick, furiosa
y él se alejó un poco de mí entre risas.
- Tienes razón, sacad vosotros. Tener una
inválida en el equipo no es fácil – puse los ojos en blanco y le arrebaté el
balón a Silvia. Algún día me vengaré. Formaré una asociación de bajitos y les
aplastaré a todos. Me acerqué a la línea de banda para sacar, pero alguien que
pasaba por la cancha saludó a Alex y tuvimos que parar el juego.
No era la
primera vez que veíamos a ese chico hablando con Alex, a pesar de que nos
sacaba dos años. Y creedme, no cualquier chico de bachillerato hablaría con
gente de tercero de la ESO. Pero claro, Alex, era Alex. Iba al instituto y por
lo visto se conocían de los partidos de fútbol que se organizaban en los
recreos. Sabíamos que la cosa iba para rato, así que Nick y yo nos acercamos a
Silvia.
Ésta suspiró.
- Ojalá hubiera chicos así por todas partes –
reí y puse los ojos en blanco. Me acordaba de este chico, precisamente por los
suspiros que se le escapaban a Silvia cada vez que lo veía. He de reconocer que
el chico no estaba nada mal. Tal vez no era algo tan exagerado como pensaba
Silvia, pero se notaba que era atractivo desde lejos. El pelo moreno, a juego
con sus ojos oscuros, le brillaba con intensidad y lo llevaba despeinado, pero
de una manera que le quedaba natural. Tenía una bonita sonrisa y un porte que
no me disgustaba. Creo que todo lo contrario. Llevaba una camiseta ancha blanca
y unos vaqueros. La verdad es que no era un chico del otro mundo, pero supongo
que los dos palmos de altura que me sacaba, me imponían un poco.
- Pues yo
conozco a uno que no está mal que está detrás de ti – miré de reojo a Silvia,
esperando que captara la indirecta, y ésta se giró hacia atrás bruscamente.
- ¿Nick? – preguntó, extrañada. Me llevé una
mano a la frente en un gesto de exasperación.
- No literalmente, rubia. Me refería a Alex –
dije, en un tono demasiado alto para el gusto de Silvia, que me dio un
desprevenido codazo en las costillas.
Alex pareció
intuir que le habíamos mentado y se acercó junto a su amigo, el supuesto amor platónico de Silvia.
- Ángel va a jugar con nosotros, si no os
importa. Y si os importa, me da igual ¿Qué os parece si jugamos nosotros dos
contra vosotros tres? Lo digo para qué esté más o menos equiparado… aunque aún
así no supongáis una amenaza.
- ¡Eh! – Nick se quejó ante la denigrante
situación en que le había dejado aquel comentario - ¡No soy tan manta! – como
contestación, recibió el profundo apoyo de Silvia.
- ¡Qué mono! – dijo, con ternura. No pude
evitar carcajearme de Nick.
- Gracias por
tu apoyo moral, Irene
- Siempre a
tu servicio – hice una pequeña reverencia.
- Bueno,
dejaros de chorradas y vamos al asunto – Alex me quitó el balón. Ya iba a
comenzar a jugar, pero Silvia carraspeó “disimuladamente”.
- ¿No nos vas a presentar? – la cara de Alex
en estos momentos era un auténtico poema. Sus vanos intentos por disimular que
no le importaba que Silvia se interesara por otro chico, eran nulos.
- Em… Ángel, estos
son los pringaos, pringaos, él es Ángel - Su tono de voz me confirmó su ligero
malestar. Silvia puso los ojos en blanco y le tendió la mano.
- Yo me llamo Silvia – Ángel le correspondió
el apretón de manos y le sonrió amistosamente. Me puse alerta por si tenía que
sostener a Silvia. Parecía a punto de colapsar de la emoción.
- Yo Ángel,
encantado
- Vaya sorpresa ¿En serio te llamas así?
¡Nunca lo hubiera imaginado! - dije con
sorna sin saber muy bien de dónde había sacado el valor para decir aquello. Ángel
giró la cabeza hacia mí. Si las miradas matasen…
- Esa
“encantadora” chica, se llama Irene – me despachó Alex – y bueno, a Nick ya le
conoces - ¿Comenzamos ya? – nadie pareció querer oponerse al entusiasmo de Alex
y éste corrió al otro lado del campo.
Jugamos hasta
que el sol acabó por desaparecer. Estábamos agotados… bueno, unos más que
otros. Es decir, Silvia y yo estábamos agotadas. Nos habían dado una paliza
increíble, como era de esperar. Nick no había podido demostrar su gran
habilidad en baloncesto. Silvia, por su parte, había podido aprovechar para
deleitarse la vista con nuestro nuevo amigo y creo que Alex estaba empezando a
tantear la opción de abandonar toda esperanza de salir con Silvia. Lo que él no
sabe, es que ella lo hacía para ponerle celoso. Probablemente ni ella lo
sabría. Si es que… sólo me faltaban las palomitas.
Volvimos a
casa y cada uno se fue por su lado. Sin embargo, la casa de Ángel se encontraba
en la misma dirección que la mía. Por lo que sabía que se avecinaba una
caminata un tanto incómoda. Yo no sabría de qué hablar y mucho menos contestar
algo coherente.
- Bueno,
hasta el lunes – se despidió Nick, dejándome a solas con Ángel.
- Adiós –
dijimos Ángel y yo a la vez. Comenzó el silencio e intenté que mi cabeza
trabajara lo más rápido posible para conseguir algún tema del que pueda hablar
con él. El problema era que no sabía nada de él ¿Qué le podía interesar? ¿Y si
me quedaba callada? ¿Sería demasiado incómodo? ¿O tal vez sería preferible?
Estuvimos así
durante unos cuantos segundos, hasta que decidí romper la supuesta tensión, no
sé si por suerte o más por desgracia.
- Que conste
que quiero la revancha – fue lo primero que se me ocurrió.
- ¿Segura? Creo que ya has demostrado todo lo
buena que eres – lo miré largamente y supe que me la merecía por lo que dije
cuando se presentó. Pero no pude evitar contestarle en el mismo tono
condescendiente.
- Claro que
no he demostrado todo lo buena que soy, sólo quería dejarte ganar para no
dejarte en ridículo frente a Silvia, me temo que le pierden sus hormonas –
aquello se me escapó sin querer, ya que probablemente a ella no le hubiera
gustado que desvelase lo que piensa de él. Sin embargo, a él pareció hacerle
gracia.
- ¿Insinúas
que le gusto a tu amiga? – dijo, divertido
- No, señor
modesto, insinúo que a Silvia se le da muy bien poner celoso a Alex – le miré
con una sonrisita socarrona - ¿De verdad creías que le gustabas de verdad?
- Claro. Y
pensé que luego nos casaríamos, tendríamos cinco hijos los cuales criaríamos en
una casita de pueblo y envejeceríamos juntos hasta morir – me miró sarcástico e
intenté aguantarle la mirada. Pero me fue imposible no esbozar una sonrisa – se
nota demasiado que a ella le gusta Alex. Y he de añadir, que a Alex le gusta ella.
- ¡Gracias!
¡Llevo como años intentando hacérselo ver! Pero ninguno de los dos se atreve a
dar el paso
- Estas cosas es mejor no forzarlas. Luego
acaban rompiéndose las amistades y eso no suele ser agradable – a pesar de que
sabía que tenía razón, no pude evitar bromear.
- Uy, suena
como si tu pobre corazón hubiera sufrido esa tragedia que cuentas – dije,
fingiendo pena. A lo que él me miró de reojo con una sonrisa taimada.
- Mi pobre
corazón está saliendo con la que era mi mejor amiga. Me temo que te has quedado
sin drama – entrecerré los ojos en un intento de fulminarle con la mirada, pero
pronto reí. A Silvia no le iba a hacer mucha ilusión saber que su amor
platónico tenía novia.
- Supongo que
vosotros no forzasteis las cosas y debo tomarme esto como un sabio consejo de
alguien tan sabio y experimentado como tú.
- Sólo lo he dicho para cortarte el drama.
Pero eso que has dicho queda mucho mejor – reí y negué con la cabeza.
Caminamos
otro tramo en silencio mientras miraba las baldosas del suelo ¿Cuánto debía
dejar que se alargara el silencio para que no fuera extremadamente incómodo?
Antes de darme tiempo a pensar algo más sobre lo que hablar, fue él esta vez
quien comenzó la conversación.
- Si quieres,
puedo darte sabios consejos para que acabes saliendo con tu amigo. Ya sabes,
sin forzar las cosas – lo dijo de una forma casual, pero vi en sus ojos un
brillo de burla.
- ¿Con quién?
– dije, bruscamente, intuyendo por dónde iban los tiros.
- Con Nick
¿Con quién si no? Si te parece tan obvio lo que hay entre Silvia y Alex debería
de resultarte también fácil ver que entre Nick y tú… en fin, que ahí hay algo –
de repente me enfadé mucho ¿Quién era este desconocido para hablarme de lo que
me gustaba o me dejaba de gustar?
- Pues lo
siento, pero te equivocas de pleno – con mi mirada y mi tono, pretendí hacerle
ver que era mejor dejar aquel tema.
- Venga ya,
no me digas que nunca te has fijado en cómo te trata
- ¿Perdona? –
me miró y se encogió de hombros, como si estuviera negando lo evidente – para
tu información, Nick y yo sólo somos amigos. Además, a él le gusta otra chica,
así que te has equivocado – zanjé así la conversación. Por alguna razón que
desconocía, me había enfadado que hablase de aquella manera sobre mi relación
con Nick ¿Quién se creía él para decir aquello?
- Está bien,
sólo sois amigos. Me habré confundido – aunque aquello debería de haber sido
una disculpa, me sonó más a una reafirmación de su teoría. Decidí dejarlo
pasar.
Llegábamos ya
a mi casa y saqué las llaves del bolsillo. Una vez en mi portal, Ángel se
despidió y siguió caminando. Abrí la puerta y antes de entrar en el portal, lo
vi alejarse. Era más guapo de lo que pensé en un principio. Y aunque me había
hecho enfadar… me había sentido extrañamente a gusto. Cosa que no me suele pasar
muy a menudo con la gente que acababa de conocer. Probablemente porque soy a
veces un poco borde y eso la gente no lo encaja bien de primeras. Sin embargo,
a él no le había importado demasiado. Al menos no lo ha dejado ver.
Subí hasta mi
piso, entré en casa y rasqué la cabecita de Michín que había venido a
recibirme. Estaba agotada.