El día había llegado y ahí estaba yo, delante de la casa más
grande que había visto en mi vida.
Hoy Rodrigo me había acompañado hasta la casa de Arian, al
que por fin iba a conocer. Si ya de por sí estaba nerviosa, el hecho de saber
que Nick, al cual no había vuelto a hablar desde su confesión, iba a estar
también no ayudaba a calmar la situación dentro de mi cabeza.
Respiré hondo varias veces antes de que una mujer de mediana
edad abriera la puerta.
-¿Cómo no? Rodrigo siempre eres el último- Dijo la mujer hablando
rápidamente y con un tono maternal hacia Rodrigo- Pasa antes de que llegue
Arian y la pobre chiquilla se lleve una bronca por tu culpa-farfulló a la vez
que nos empujaba hacia el interior de la casa.
-Lo siento-Rodrigo casi parecía arrepentido. ¿Sería esta
mujer su madre? Al menos le trataba como tal.
-¡Pero que niña tan guapa!- La señora se acercó a mí y me
dio un gran abrazo, aunque decir que me estrujó contra sus brazos quizá hubiera
sido más apropiado- Tu debes de ser la alumna de Rodrigo, espero que no te de
muchos problemas. Me llamo Muriel y tú debes de ser Irene si no me equivoco- La
mujer hablaba más rápido de lo que mi cerebro era capaz de procesar, y ya
puestos, no se queda corto el decir que también más alto.
-Encantada- No sabía ni qué me había preguntado, así que fue
lo único que pude decir.
-Has conseguido poner
nerviosa a la nueva- La voz provenía de detrás de mí. Me di la vuelta
rápidamente y encaré al propietario de la voz, aunque cómo no, parece ser que
la que no se había dado cuenta hasta entonces de que ahí había personas, y no
me refiero a una o dos o tres, era yo.
El chico que había hablado comenzó a reírse sin cortarse ni
un poco ante mi presencia. ¿Cómo describirle? Ah, sí, era la persona más extravagante
que había visto en mi vida. Llevaba unas gafas de sol de aviador efecto espejo
y el pelo en punta empezaba en la raíz blanco para acabar con las puntas
negras. Por si fuera poco, todas las personas que conozco últimamente parecen
se o exageradamente altas o exageradamente fuertes, o las dos a la vez. Gracia
a Dios este chico no era ni exageradamente alto ni exageradamente fuerte, al
menos en apariencia. Aunque tampoco se quedaba corto.
Las personas no se habían escondido, ni siquiera había
oscuridad, y menos para que no pudiera verles, simplemente eran tan sumamente
sigilosos que no les había oído llegar y ni me había molestado en mirar a mi alrededor.
-Así que esta es Irene, es tan mona. La pobre se ha
asustado- La chica que había hablado se acercó a mí y me cogió de las manos.
Era una chica bajita y delgaducha, de hecho, dudo que fuera capaz ella sola de
defenderse ni contra un gatito recién nacido. Por suerte para mí había
aprendido a no juzgar a esta gente por su apariencia. La chica era… bueno, me lo
habéis puesto muy fácil. ¿Sabéis cómo es la típica muñeca de porcelana? ¿Delicada,
con preciosos tirabuzones dorados y unos grandes ojos azules? Pues ahora
imaginaos a esa misma muñeca encarnada en persona y quitándole ese factor
terrorífico que toda muñeca de porcelana lleva de por sí- No tienes por qué
asustarte de nosotros- le brillaban los ojos y tenía una gran sonrisa de oreja
a oreja- Yo me llamo Sol- Un nombre que parecía ajustarse perfectamente a su
persona, la verdad es que sí parecía un sol, y no sólo por su pelo dorado- y el
chico que te ha asustado es Diego, tranquila, es buen chico- Eso último lo dijo
guiñándome un ojo, lo cual me tranquilizó de sobremanera.
-Encantada- ¿Es que es lo único que sabía decir hoy? Iba a
parecer más tonta y patética de lo que solía parecer ante el resto de maestros.
-¿No deberías ir a socializar un rato con tus nuevos
compañeros?-Dijo Rodrigo en un vano intento de zafarse de mí. Hice un amago de
irme al lugar de donde provenían más voces, supongo que de mis compañeros, pero
Sol me agarró del brazo y no me soltó.
-Es la única que no conoce a todos aún, déjame que le
presente- Sol puso carilla de pena, lo cual me recordó muchísimo a la táctica
Silvia.
-Haz lo que te dé la gana, me desentiendo de ella- ¿Debería
sentirme ofendida o liberada?
-Bien, bien, bien… mmmmm… empezaré por ella- Dijo señalando
a una chica que estaba al lado de Diego. Era bajita y le rodeaba como un aura
extraña, no sabría si describirlo como hostilidad, tristeza, o simplemente estaba
pasando de todos nosotros y se había ensimismado mucho en sus propios
pensamientos. En ella no sólo su aura era oscura. Tenía el pelo completamente
negro y si sus ojos no eran negros también, debían de ser del marrón más oscuro
que había visto en toda mi vida. Llevaba puestos unos cascos morados, y parecía
que prestaba más atención a la música que a nosotros- Es mi mejor amiga, se
llama Diana- La verdad, más que mejores amigas parecían polos opuestos…
-Encantada.
-Di un encantada general, porque si no vas a estar así
toooodo el día.
-Está bien.
-¡Ha dicho algo diferente a encantada!- Dijo Rodrigo con fingida
emoción. A lo cual obviamente respondí fulminándole con la mirada, a lo mejor
un día funciona…
-No seas malo. Continuaré…Este es Adam- El chico al que
señaló no parecía tener nada de especial, si no fuera por su pelo blanco y sus
ojos rasgados, aunque no parecía ser asiático- Ese de ahí es Álvaro, el de las
gafas- Este último parecía el típico friki que se pasa el día entre
ordenadores, aunque creo que ese efecto sólo era porque llevaba unas gafas
redondeadas que apenas dejaban ver sus ojos. Llevaba el pelo blanco ligeramente
largo y todo en él parecía denotar que se trataba de una persona sumamente
inteligente- La chica que está a su lado es Clarisse- Clarisse me sonrió
amablemente, aunque sus ojos color miel reflejaban que precisamente ganas de
sonreír no tenía. Era alta y se notaba que era fuerte, pero tampoco parecía muy
grandota. Su pelo, a pesar de ser rubio y ondulado, no era ni de lejos tan
bonito como el de Sol- y estos somos todos los maestros, aparte de Kelly e Iván
a los que según tengo entendido ya conoces. Pero en seguida conocerás a tus nuevos
compañeros, ya verás que son todos muy buenos amigos y que te vas a adaptar
enseguida.
Sol me acompañó a una habitación que estaba la primera a la
derecha subiendo las escaleras. En mi camino pude ver y oír cómo Rodrigo se
había acercado hasta Clarisse y le había preguntado algo entre susurros. No
pude oír muy bien la respuesta, pero me pareció que decían algo de que alguien
finalmente había venido, ¿Debería de preocuparme eso? ¿Habría venido alguien
peligroso?
Nada más atravesar la puerta pude notar cómo todas las
miradas de la sala se fijaban en mí, genial, era la rarita del grupo.
-Hola- Sé que puede sonar a un saludo un tanto austero, pero
no creo que hubiera causado una impresión distinta con un saludo más currado, así
que opté por uno más típico.
Sol en seguida tomó las riendas de mi presentación y comenzó
a parlotear con todos y cada uno de ellos mientras me iba presentando a todos y
me narraba alguna que otra anécdota para que me fuera integrando más rápido en
el grupo.
En lo primero que pude fijarme fue en que nuestro grupo no
era de nueve personas como me había dicho Nick, sino que éramos diez. Entre
ellos pude identificar fácilmente a Nick, el cual parecía estar evadiendo mi
mirada constantemente, y Remi, que muy amablemente se había acercado hasta mí
para saludarme con un, espero, cordial saludo. Tristemente lo dijo todo en
francés, idioma que no manejo muy bien.
El resto de mis nuevos compañeros parecían ser todos un
tanto…especiales.
La que más me llamó la atención era una pequeña, y cuando me
refiero a pequeña lo hago en todos los sentidos, niña de no más de diez años.
Nerelé, ese es su nombre, estaba sorprendentemente calmada y parecía estar
estudiando todos y cada uno de los movimientos de todos los que estábamos a su
alrededor. Pese a su fría, estudiosa y afilada mirada, lo cual le daba un
aspecto de ser mayor de lo que en realidad era, tenía aún los rasgos infantiles
muy marcados. No mediría mucho más de un metro y poco, aún para su edad parecía
pequeña. Tenía el pelo negro, sin el mínimo atisbo de que fuera a ser blanco en
un futuro, recogido en dos coletas.
Otra de mis nuevas compañeras era Mónica. ¿Cómo decirlo para
que no penséis que soy una superficial? Era la típica chica que nada más verla
sabes que va a intentar dejarte en ridículo y a pisotearte. Era alta, mucho más
que yo, y eso teniendo en cuenta que sólo era un año mayor. Tenía una larga
melena rubia y una sonrisa en sus labios que más que simpatía me producía escalofríos,
aunque parecía llevarse realmente bien con el resto. Para colmo cada vez que me
hablaba lo hacía con un rintintín que me sacaba de mis casillas y finalizaba
cada tramo de cada conversación que tenía conmigo burlándose de mí de una forma
supuestamente sutil.
Tras la presentación de Mónica la cosa pareció mejorar un
poco. Sol me presentó a Francine, la mayor de todas las chicas del grupo con dieciséis
años. Tenía el pelo de color avellana claro. Era sumamente educada y la
elegancia parecía ir implícita en ella, y no sólo por su forma de tratar al
resto y de hablar. Cada pequeño movimiento que hacía, aunque fuera pestañear,
ella lo hacía con suma tranquilidad y delicadeza.
Después conocí a la persona más adorable del mundo. Se
trataba de Liam, un chico que aunque sólo tuviera un año menos que yo parecía
ser mucho menor. Esto se debía a su apariencia. Nada más verle me pareció un
ángel. Todo en él era blanco y puro. Tenía una gran sonrisa blanca que parecía
llena de felicidad e inocencia. Era el único de los alumnos, aparte de mí, que
tenía el pelo blanco, aunque no podría asegurar si era de nacimiento o por ser
un dragón. Tenía la piel más clara que había visto en mi vida y sus ojos eran
del azul más claro y brillante que unos ojos podían llegar a tener. Tuve que
reprimir un impulso de abalanzarme sobre él y darle un abrazo, hecho en el cual
Sol no se reprimió. Según parecía, por las mil veces que me lo repitió Sol,
Liam era su alumno, aunque más bien parecía ser su amor platónico.
Mientras Sol continuaba abrazando se acercó a mí un chico a
auto presentarse, seguro que lo hizo para que no me quedara completamente sola.
El chico hizo su presentación a lo James Bond, sin exagerar: Me llamo Raff,
Rafael. Hasta puso la entonación y todo. Intenté reprimir mi impulso de reírme,
pero acabé riéndome de él en la cara. Me condujo hasta una chica a la cual
presentó como Beth, Elisabeth, la cual era su hermana melliza. Ambos tenían
quince años y eran físicamente iguales, excepto por ser chico y chica. Tenían
el pelo y los ojos marrones y sus caras eran realmente muy parecidas. Aunque Beth
parecía ser muy introvertida y Raff todo lo contrario.
Por último Raff me presentó a un chico con el que no había
parado de discutir salvo para acercarse a hablar conmigo. Me le presentó como imbécil,
pero resultó que ese no era su verdadero nombre, sino que era Manu. Debían de
tener la misma edad, y pese a las disputas parecían conocerse mejor que
cualquiera de los demás. Manu era todo un chulito, me recordaba extrañamente a
Alex, aunque Alex era mucho más simpático y guapo que él. Tenía el pelo un poco
largo y castaño oscuro, a juego con sus ojos, aunque ya se entreveían algunos
mechones blancos en su pelo.
Me quedé parloteando un rato más con Francine hasta que la
puerta se abrió y entro el que yo supuse que era Arian. Todos se quedaron
repentinamente serios y callados, y para mi sorpresa Sol se había ido sin que
yo me diera cuenta, debía haber sido duro para ella soltar a Liam.
Arian imponía mucho más de lo que yo me había imaginado en
un principio. Efectivamente parecía un dragón de plata. No solo emanaba de él
un aura de grandeza y superioridad, sino que tenía su pelo largo y engominado
hacia atrás completamente gris. No quiero llevaros a error, no era un gris como
te lo puedes imaginar. No es ese gris que ves en los ancianos canosos, sino un
gris que era elegante, era un gris bonito y que no daba impresión de pertenecer
a una persona mayor, sino ser otro color más de pelo normal, solo que más
sofisticado.
Nos miró uno a uno detenidamente y cuando hubo terminado de
memorizarnos a todos y cada uno de nosotros nos mandó ponernos en una fila.
-Bien. A partir de ahora os voy a asignar un número del uno
al diez. Ese número será vuestra nueva identidad en esta clase, no quiero ni
saber vuestro nombre.
Fue pasando por delante de cada uno de nosotros y diciendo
un número a cada persona.
En orden del uno al diez fuimos: Mónica, Manu, Raff, Liam,
Remi, Nick, Nerelé, Francine, Yo y por último Beth.
Tras numerarnos una única vez pasó a darnos un horario de
las horas y los días que íbamos a entrenar con él. Nada más ver el horario
empecé a ver a Rodrigo de otra forma, casi parecía buena persona y todo.
Nuestras clases eran martes y jueves de seis y media de la
mañana a ocho, viernes de ocho a las nueve de la tarde y sábados y domingos de
ocho a diez de la mañana. Eso junto con una promesa de más entrenamientos
aparte con nuestros maestros “particulares”, conclusión, ni Arian era más
bondadoso que Rodrigo, ni me libraba de la tiranía de los entrenamientos de mi
antiguo maestro.
Lo único que podía recordar con claridad de todo este día era
que Nick me había ignorado completamente tras decirme que íbamos a continuar siendo
amigos, que mi nueva identidad era nueve, y que si lo del horario no era broma
de aquí a un mes iba a estar muerta por sobre agotamiento.
Estaba muy cansada a pesar de no haber entrenado nada. Cada
vez que cerraba los ojos no podía evitar ver un montón de caras y nombres
nuevos que ahora estaban mezclados en mi cabeza.
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