jueves, 4 de abril de 2013

~ Prólogo ~

      Me despertaron unos golpecitos, me levanté de la cama y abrí la puerta
 - ¿Qué quieres Lenore? – Lenore era mi hermana pequeña. Era totalmente opuesta a mí; tenía siete años, la mitad de los míos. Su pelo era blanco con destellos gris plateados, su labio inferior era carnoso, mientras que el superior era tan sólo una fina línea dibujada en su cara. Sus ojos grandes de un tono de azul grisáceo, eran tan brillantes que te podías ver reflejado en ellos. Sus mejillas estaban siempre sonrosadas. Llevaba puesto su camisón blanco con florecillas rosas que le llegaba por las rodillas. Iba descalza y tenía el pelo recogido en dos coletitas altas.

    Me miró con una sonrisa de oreja a oreja.
 - ¡Ven, hermanito! ¡Ven! – dijo tirando de mí con todas sus fuerzas
    Recorrimos el largo pasillo de madera desgastada. El suelo crujía bajo nuestros pies. Llegamos a la escalera. Allí, en la entrada, nos esperaba una chica de unos veinte años. Tenía el pelo castaño, ondulado y le llegaba por debajo de los hombros. Sus oscuros ojos destacaban frente a su rostro pálido y húmedo por la lluvia. Llevaba una gabardina crema, que le llegaba por las rodillas y unos tacones marrones.

    Bajo el brazo, sostenía un pequeño paquete envuelto con un papel de periódico.
 - ¿Sois Oliver y Lenore? – su voz tenía un toque aterciopelado.
 - Si, señora – la dulce e infantil voz de mi hermana hizo reír a la chica.
 - Esto es para vosotros – nos entregó el paquete y seguidamente, agitó la mano para despedirse de nosotros y desapareció por la gran puerta.

    En cuanto se hubo ido, abrimos el paquete: dentro había un pequeño libro, con las cubiertas de cuero marrón. Lo abrí y me arrodillé para que mi hermana pudiera verlo. Las páginas de papel reciclado estaban escritas con boli y había algún que otro dibujo. En la contraportada sólo había un nombre: Irene.